viernes, 21 de septiembre de 2012

Taquería Marín




 Que me quiten mi certificación de omnívoro desaforado si no son las taquerías los negocios más numerosos de México. Por fortuna hay más que iglesias y acertadamente su número se aproxima al de las cantinas. En razón de ello la categorización de las mismas es sumamente complicada, no veo valiente que se anime a hacerlo y así con toda humildad recomendaré de manera individual o por zonas estos espacios del deleite y el alto riesgo (estomacal).
El mercado de abastos de San Luis Potosí siempre me ha parecido una especie de Mos Eisley terrestre, lugar mala vibra donde se comercian los alimentos que han de poblar nuestra mesa e incluso la “verdura” de cientos de taquerías. Ni hablar de los bares que la rodean, no hubiese sobrevivido ahí Han Solo. Aún mi amigo Hugo, mecánico de la zona y largamente curtido en esos arrabales me ha recomendado alejarme de ahí incluso para cantineras investigaciones antropológicas, yo le hago caso. Pero se come bien en el mercado, eso ni duda.
Y uno de los lugares en que se come bien es en la Taquería Marín; hay dos, una frente a otra en la calle 4ª Oriente, yo me inclino por la II no por otra cosa mas por ser algo más amplia que la primera y por la extraña razón de que en esa se acercan mejores duetos norteños de los que van de puesto en puesto buscando alguna voluntaria moneda. Así entre una bodega de abarrotes y otra de chiles secos y especias florecen los aromas de la oferta de la casa: barbacoa de res y puerco, cabeza, campechanos (de las 2 barbachas), combinado (bistec y barbacoa), lengua, pastor, machitos y el infaltable y siempre artificialmente coloreado chorizo. Las bebidas también son selectas, Jarritos y Boing’s multisabores además de mal escondidas cervezas Corona y Victoria, por aquello de no respetar el despunte del mediodía a causa de alguna malvibrosa cruda.
En lo personal prefiero los campechanos y los de cabeza, aunque está de por medio mi devota afición a la barbacoa. Hay cuatro salsas distintas a cual más de buena, una de ellas un extraviado chimichurri que pues vaya, sirve para experimentar, que de eso se trata la vida.
De los precios ni se apuren, como buena taquería sus costos son bara bara para el pueblo; con 50 pesos uno sale bien comido, post crudeado en su caso y listo para enfrentar el mundo con todas las vicisitudes que no podrían solventarse sin una orden surtida con verdura y limoncito.